I El tiempo, que es como un ladrón sin piedad alguna, gusta de pasar por nuestras vidas llevándose a manos llenas todo aquello que nos es querido. Aquí se sale con un instante que hubiéramos querido eterno bajo la capa, allá con la frescura que alguna vez tuvo nuestra piel... Se lleva también la agilidad y la habilidad; la esperanza, que antes había sido confianza; la vista; y, cuando estamos distraídos, un recuerdo que hasta entonces conservábamos nítido en nuestra memoria. De sus continuas visitas no quedan sino un Yo cada vez más viejo y arrugado, débil y lento, y con la memoria tan mermada que apenas podría dar para escribir un par de folios de vagas suposiciones. II Décimo Junio Bruto, allá por el año 138 a.c., tuvo que cruzar él solo el rio Limia para convencer a sus tropas de que el paso de una orilla a otra no tenía la mágica propiedad de borrar completamente la memoria de quien lo hiciera. Ese era el rumor que corría entre los romanos al identificar a dicho río con el Lete, a