Le festin des horizons changeants
I Llevo días sintiéndome en perfecta comunión con el tiempo que tenemos. El cielo está cubierto, y en las entrañas de esas nubes parece que eructan los dioses de manera tan sonora y luminosa, que yo diría que quieren quebrar los cielos y cubrirnos a todos de más oscuridad. Malditas sean las tormentas que hay en mí. Vuelo a echar mano de un recuerdo. Un par de días antes de que saliéramos para Portugal, vinieron a vernos unos buenos amigos. Les había sugerido que, dado como está por estos meses de verano lo del alojamiento en la costa, hicieran las dos noches que venían a poca distancia de aquí, a algo más de media hora en coche, en Espelette, un hermoso y pintoresco pueblo del País Vasco francés. De este modo, aprovecharía para enseñarles una zona que conozco muy bien, lejos del bullicio de veraneantes, menús de paella y olor a crema solar, sobre fondo de calor asfixiante. En pocos kilómetros a la redonda de aquél pueblo, uno encuentra muchas de las cosas que son suficientes para hace