Salto al vacío
De vez en cuando, como entretenimiento para llenar esos tiempos vacíos en los que las ganas apenas me dan para poco más que permanecer quieto frente a la pantalla del ordenador, buscando algo que haga perderse a mis pensamientos en la lejanía silenciosa de ese mundo, salto al vacío sobre un punto elegido mas o menos al azar y lo recorro de un lado a otro hasta que el interés me hace detenerme en un punto que distraiga mi atención. Estamos en Djibouti, al norte, en la costa del golfo de Aden y a la izquierda de una carretera a la que aquí se llama N-15. Es un terreno inhóspito, desertico en el que lo único que sobresale es lo que no hay en él: las sólidas y enormes nubes que lo sobrevuelan solitarias y silenciosas, dejando solo como testimonio de su paso una sombra que parece avanzar lentamente hacia el norte. No hay más. Por algún motivo recordé a Rimbaud y esa segunda vida que llevó tras su abandono de la poesía. Fue en Aden donde firmó algunas de sus cartas, recopiladas ahora en el