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Mostrando entradas de marzo, 2012

Sala de espera

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  Se me ha ocurrido enviar una anotaciòn desde el telefono, mientras dejo pasar el rato en una sala de espera para que me hagan una extracciòn. La imagen es de la parroquia de St. Georges, muy cerca de St. Emillion. La tomé una fresquísima mañana de finales de diciembre. La niebla lo envolvía todo. El silencio invitaba a nuestros sentidos a perderse en la intemporalidad de aquél lugar. Pasado. Presente. Futuro.

Asalto al tren

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Leo en un número de La Correspondencia de España de 1869 la siguiente noticia: "El tren de Andalucía que llegó a Madrid el domingo, fue detenido entre Valdepeñas y Mansanares por una partida de ladrones. Era la madrugada, y los viajeros, al mismo tiempo que el tren detenía su marcha, oyeron los gritos de !alto y fuego!. Había, en efecto, alrededor de los coches, un grupo de quince ó veinte hombres armados, que colocando luces rojas en la vía habían hecho detener el tren. Por fortuna en el mismo venían algunos guardias civiles que se echaron al suelo dando voces de que los viajeros que tuvieran armas las prepararan, y habiendo disparado un tiro uno de estos, los ladrones huyeron precipitadamente, sin que fuera posible darles alcance". Y me acuerdo de un viejo grabado que me regaló un amigo hace años. Representaba el asalto a un tren por una partida carlista durante la tercera de sus guerras. Todavía cuelga de las paredes de mi casa, y en más de una ocasión me pierdo en sus de

Sweet dreams, baby!

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He querido dar una nota de color a este cuaderno, tan frecuentado como está últimamente por los blancos, negros, sepias y otros colores de la memoria difusa. Lo he hecho además para iluminar un poco los negros pensamientos que hoy me acompañan. Si el lector de estas líneas no está interesado en escuchar el insistente sonido de una pataleta, o los lamentos cargantes de quien desea soltar la bilis sin detenerse demasiado en depurar  los modos, hará bien en detenerse aquí, clickear alguno de los enlaces que se le ofrecen a la derecha y volver en otra ocasión. Yo se lo agradeceré, pues nunca tendré que extenderme en reparar lo que ahora corre el riesgo de romperse. Una vida normal. Oíamos hace unas semanas a Cristina Borbón quejarse de que no se le dejaba llevar una vida normal . ¿Qué es una vida normal? ¿Vivir en uno de los más exclusivos barrios de Washington a sueldo –generoso, por supuesto-de una corporación, a la que el favor le es devuelto con creces en alguno de los laberínticos pas