Un balón, una linterna y muchas bellotas
Ahora duermes. Seguramente, dentro de un rato empezarás a girar sobre la cama hasta colocarte en perpendicular a ella, mientras continuas mecido por tu sueño, como hundido en una cómoda nube de algodones. No te despertarás en toda la noche -rara vez lo haces-, pero en cuanto pasen las siete de la mañana -da igual si es lunes o domingo-, cantarás como si lo hiciera el gallo aquello de: "amaaaaaa, aitaaaaa". Hasta que llegaste, me resultaba imposible creer que una rutina fuera algo más que una esclavitud; y sin embargo, ahora, se ha convertido contigo en una bendición, en un lenguaje, en un comportamiento que estudio y grabo en la memoria en todos y cada uno de sus detalles. Hoy, el día en el que hace cuatro años cayó una nevada como no lo había hecho desde hacía cosa de 30 ó 40 años, es tu día, el día en que llegaste a nosotros. Tu cumpleaños. Y en esa eternidad tan nuestra, que dura lo que lo hace nuestra vida, pervivirá el recuerdo de la espera en el hospital, llenos de ilus