La colina de Santa Bárbara
Una larga hilera de pequeños postes de palo se extiende sobre la colina de Santa Bárbara, frente a las aguas del Golfo de Gascuña, en un extremo de la bahía de San Juan de Luz. Fueron colocados para recordar al mar, que hace ya tiempo se llevo la vida de unos seres muy queridos para los vecinos del lugar. A los postes ataron flores de todo tipo y color, y durante mucho tiempo airearon su fragancia a la niebla que asoma todas las noches por el horizonte y a las gaviotas que se refugian en tierra cuando anuncian tormenta.
Pero el tiempo pasa y las flores se han ido marchitando. Algunas han desaparecido ya, y sólo queda en el poste el resto de una cinta o un cordel ondeando al aire. Y nada más... En la mayor parte de ellas, todavía puede verse algún resto de la planta que lo adornó, como si se tratara de la sombra fugaz del recuerdo que quiso mantener.
Sólo uno, ese chico rubio y sonriente que aparece en la fotografía que acompaña a un ramo de amapolas, miraba fresco y lleno de color al mar. Al verlo esta tarde, no he podido evitar el pensar en las cosas de la memoria; en el recuerdo y el olvido.
¡Qué hermoso, Charles!
ResponderEliminarUn abrazo.
Los recuerdos regresan y se retiran. Y otra vez vuelven y se marchan para retornar una y otra vez. Como las olas que lamen arenales y abrillantan los acantilados. Y vaya si se desboca el espiritu cuando se contempla ese ir y venir líquido que encierra aventuras fabulosas y también penas y horrores que el tiempo, conforme pasa, va disimulando.
ResponderEliminarHoy huele a sal este post de campestres amapolas...
te ha quedado chulo chulo, hasta la foto es molto vella
ResponderEliminaresto en nuevo, falto a la metagrafía, en italiano también,
ResponderEliminarPor eso ahora ponen flores de tela en los cementerios, para que ellas se encarguen de mantener vivo el recuerdo.
ResponderEliminarQue alegría verte asomar por aquí!. Otro abrazo para tí Paz.
ResponderEliminarLo peor es cuando se retiran para no volver más, para difuminarse en el paso del tiempo.
ResponderEliminarSalud!
Grazie mille, amigo metagrafías aparte
ResponderEliminarQuizá eso mismo, lo de poner flores de verdad, supusiera un compromiso con el recuerdo al comprometerse a volver periódicamente al lugar a cambiarlas.
ResponderEliminarCompromiso que, parece ser, no se ha cumplido.
ResponderEliminarAsí es, tal y como lo cuento, con la excepción de un caso. Por ahora...
ResponderEliminarPrefiero una flor natural ajada que un ramo artificial.
ResponderEliminarY yo. Y también lo que significa el hecho de llevar una flor natural.
ResponderEliminarNo me gustan las flores artificiales, pero tampoco las flores secas o marchitas, que me resultan muy tristes y decadentes.
ResponderEliminarEsa es la sensación que dan, y corre pareja al recuerdo de la persona por la que se colocaron.
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