Lo se, amigo. Sáquele partido a la nostalgia como inspiración, pero no deje que le donime, paralice o aleje de todo lo que le puede dar un poco de aire fresco. Adelante, siempre adelante...
Incluso estos pequeños cambios que tanto parecen desazonarnos, tienen su parte buena si se busca algo de sustancia en ellos. Toda mala nueva, trae el aire de un cambio al que debemos de orientar nuestro rumbo para seguir avanzando. ¡Tiremos a las plañideras por la borda y vaciemos las bodegas al son de alguna vieja canción…! ¿Cuál?: esta misma, robado de una historia de los cuatreros de Nuevo Méjico que escondieron a William Bonney, tras su huida de la prisión Lincoln: Old men and old coyote dogs boil their dreams in the sun served steaming within a bowl filled with shadows (Los ancianos y los viejos coyotes hierven sus sueños al sol y los sirven humeantes dentro de un tazón lleno de sombras) En estos tiempos recién inaugurados, en los que la noche cae a media tarde, nos acercamos al mar buscando esas furiosas mareas que nos visitan puntuales una de cada dos semanas, y que gustan de esconder su ondulante infinitud en la oscura profundidad de un horizonte que sólo podemos imaginar. Y n
Su primer artista ha sido Menchu Gal. Algo de ella aprendió en la ikastola cuando celebraron la semana del mar y le explicaron que le gustaba dibujar barcos y paisajes marinos. Así nos lo repitió cuando llegó a casa con un dibujo hecho por él, que quería ser una copia de una de sus obras. El pasado domingo, aprovechando que no paraba de llover y que teníamos pendiente por visitar una exposición que le han dedicado en esta ciudad, nos acercamos hasta la Sala Kubo de la Kutxa para verla. A él le pareció estupendo, y más aún cuando descubrió que podía sentarse en el suelo sin que nadie le dijera nada y hundirse en esa suave mezcla de colores que abarcaba más allá de su mirada. Ahí se quedó él sólo. En silencio. Nada fuera del cuadro parecía preocuparle, mientras nosotros observábamos orgullosos cómo iba descubriendo un mundo nuevo.
Una larga hilera de pequeños postes de palo se extiende sobre la colina de Santa Bárbara, frente a las aguas del Golfo de Gascuña, en un extremo de la bahía de San Juan de Luz. Fueron colocados para recordar al mar, que hace ya tiempo se llevo la vida de unos seres muy queridos para los vecinos del lugar. A los postes ataron flores de todo tipo y color, y durante mucho tiempo airearon su fragancia a la niebla que asoma todas las noches por el horizonte y a las gaviotas que se refugian en tierra cuando anuncian tormenta. Pero el tiempo pasa y las flores se han ido marchitando. Algunas han desaparecido ya, y sólo queda en el poste el resto de una cinta o un cordel ondeando al aire. Y nada más... En la mayor parte de ellas, todavía puede verse algún resto de la planta que lo adornó, como si se tratara de la sombra fugaz del recuerdo que quiso mantener. Sólo uno, ese chico rubio y sonriente que aparece en la fotografía que acompaña a un ramo de amapolas, miraba fresco y lleno de color al m
La bella estampa y la anotación parece una invitación a la nostalgia. A la que soy muy dado, excesivamente dado.
ResponderEliminarLo se, amigo. Sáquele partido a la nostalgia como inspiración, pero no deje que le donime, paralice o aleje de todo lo que le puede dar un poco de aire fresco. Adelante, siempre adelante...
ResponderEliminarUn abrazo y mucha salud desde Torres Vedras.
Porque ya sabemos que la nostalgia no es ya lo que era (S. Signoret dixit)
ResponderEliminar... Y si lo fuera, es porque no lo sería.
ResponderEliminarUn saludo Senior
Como blanca es la luz de Lisboa. Amo a esa ciudad con toda mi alma.
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